La última página fue difícil de voltear, no podía creer que estuviera por terminar. Eso fue lo que pensé una vez que el montón de hojas se dejó de mover y lo único que quedaba era elegir en qué creer. Fueron tantos diálogos leídos, pensados y simulados que dejarlos pasar sin duda serían algo en qué pensar.
Las historias desarrolladas no buscaban un fin, no buscaban hacerte pensar, no buscaban despertar tu imaginación -incluso muchas veces es mencionado esto, o por lo menos eso me dio a entender-, cada párrafo no era igual de elaborado que el anterior, ni el siguiente, cada párrafo era algo, sólo eso. A mi parecer, sólo eso.
Sí, también yo me enamoré de la Maga, nunca imaginé su físico -simplemente no pude-, nunca pude concebir que Horacio tuviera más de 40 años, nunca estuve en París. Y es que no soy argentino, ni conozco a una quinta parte de los autores e intérpretes que menciona -siendo que es muy probable que no existan-, sigo sin creer lo ingenioso que fue al crear a Morelli. Algo me hace pensar que Julio tuvo que haber leído La región más transparente antes de terminar de escribir su Rayuela.
No puedo creer que sólo fue eso, su Rayuela. No puedo decir que me gustó, -¿de una manera objetiva?-, es más el contexto personal actual que la rodea que el mismo juego, y es que las Morellianas son lo que más me conmovió. Probablemente este libro lo debí de haber leído antes, o tal vez no; a mi parecer es un libro peligroso, no me arrepiento de haberlo leído cuatro años después, pero, sin duda me hubiera encantado fascinarme con cada verso en prosa de esta estupenda obra.
A 50 años de haber nacido.