Fue hace cinco años que comencé a ignorar la vida. Comencé a desconfiar, a valorar y a vivir. No comprendía, y sigo sin comprender la mayoría de las cosas que me rodean. Tantos capítulos he dejado pasar, en cuántos he vivido y cuáles recuerdo; han pasado cinco años. No sé siquiera si sigo siendo el mismo, es obvio que no, tal vez me remplazaron, me convencieron; no tengo idea. De lo único que estoy seguro es que me sigue doliendo lo que veo, es una lucha de nunca acabar. Ya sea que lo lea, que lo escuche o que lo vea en televisión, sigue siendo lo mismo: Un gran espacio llano, vacío que hiela y eriza toda mi piel, me hace sentir ese cosquilleo en la nuca, los ojos pesados, visión borrosa, no poder hablar; me hace evocar. No tengo idea de cómo lo logramos, cómo, hasta hoy, lo seguimos logrando. Yo tan lejos y todo sigue siendo igual, lo mismo: Palabras, silencio, pasos, palabras. Ya no quiero saber más de eso, me enferma estar así, no me agrada sentirme de esa manera; pero cada día leo el periódico desde hace cinco años con la esperanza de encontrar la noticia, no en la portada, no a doble columna, una nota, un párrafo: Todo terminó. Es esperanza, creo es la palabra, lo que supongo me mantiene aquí, caminando, una sola lámpara, en un lugar que nunca imaginé conocer. No sé cuánto tiempo más tendré que esperar, no sé en verdad si esto en verdad tiene final: Sólo quiero: