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Praha |
Como un libro que jamás será leído,
una libélula tornada flor,
un silbido nocturno inmerso en nieve,
susurros del eterno sepulcro,
llegan, se juntan, a ti, contigo.
Raída prevención del mundo,
compleja subversión del siento,
entre conceptos, ideas, se desvanece mi percepción;
ya no les creo, ya no las creo.
Juntos llegamos, poco a poco nos fuimos haciendo amigos, hermanos -tal vez. Platicamos noches enteras, nos escribimos, nos azuframos. Llegamos tan lejos juntos; y no es que ya no sigamos, sólo nos separamos. Por instantes, momentos, incoherencias: Diferentes espacios, tiempos, eventos: Realidades.
Te pregunto qué quieres,
me respondes qué siento,
te llamo mi amigo
y me susurras el tiempo.
Al día siguiente, instancias convexas del ente brumoso,
un rostro afeitado, un cuaderno rayado,
dos corazones abiertos y una sola hoja en blanco,
a un lado del cuerpo entreabierto al mundo,
lleno de sueños e insolencia,
cuerpos de estrellas.
Poemas céreos, cada representación gráfica del entorno, cada aroma, cada aliento, todos esos conceptos, tus concepciones, nuestras razones. Estelas de divinidad embriagaban cada segundo vivido, cada momento añorado, cada sueño embelesado.
La noche se ha vuelto día y la Luna llama a la puerta.