Ya estoy de nuevo, escribiéndote,
cambiándote el nombre, de ojos, de
luces para no verte, desearte,
desvanecerme y así llenarme.
El sol apenas y sale, la nieve
susurra su condición efímera;
mientras los bosques cuidan de la luna,
yo aún condenado a tus hieles.
Aún inspirado en tu presencia,
tornada en hielo que apasiona,
frustra, hiere y muere de alivio.
Mi rostro no cambia, tanto disuade
como persuade; pero en la noche
mi corazón se funde al olvido.