9/9/11

Jacarandas sin flores en mi camino

Caminar sin qué pensar.
Llegar para extrañar.
Me detengo; el frío viento del otoño que se aproxima,
la leve brisa del agua que por la mañana cae,
el sol que a duras penas el asfalto ilumina.
La cara llena de un sudor por el esfuerzo inexistente,
una extraña comezón en la nuca después de un extraño día.
La luz verde se enciende. Empiezo de nuevo el recorrido.
Camino, miro, pero no observo. 
Oigo, pero no escucho; mi mente en blanco.
Apareces. Te esfumas.
Jacarandas sin flores en mi camino.
Parece mentira, pero es real. Al final, sólo un escalón más.
Dos rostros tan parecidos. Podría jurar que era el mismo.
El mismo que vi desvanecerse a la par de la luna,
la misma sonrisa que se apagó con el sueño de primavera,
una voz, que con el pasar de los días, se dejó de escuchar.
Observo de nuevo. Luz roja.
Miro al cielo, la Luna.
Aún el sol irrumpe la noche. La inmensa luna sobre mi cabeza.
Espero. No dejo de escucharla.
¿La extraño? Eso creo.
Pero no es cierto, lo sé.
Extraño su aroma, su color violeta.

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