La arena se está terminando, y con ella la paciencia de las estrellas. Ahora me miran con recelo, ya no me susurran las respuestas, la luz de su estela termina por evitarme, me llena de dudas y se aleja poco a poco, como el mar cuando te alejas por la sierra que lo aísla. Te nivelas con la niebla, miras hacia abajo o hacia arriba y ya da lo mismo, todo es blanco, con ese toque de incertidumbre que sin duda humedece tus prendas y rocía tu cara como si acabaras de llorar. Son las pequeñas gotas en el cabello lo que te hace pensar, te hace mirar atrás para intentar ver el mar ahora cubierto por la niebla; intentas ver un barco más, un paisaje más real, más leal. De nada sirve, estás muy lejos como para siquiera intentar de nuevo voltear, es triste saber que tendrás que seguir adentrándote en la montaña, seguirás caminando hacia el cielo, para intentar llamar de nuevo la atención de esas estrellas ahora extrañas... Comenzarás a creer de nuevo en el sendero que una vez seguiste, el de las persianas cerradas, el del alce blanco, el del espejo empañado, el mismo sendero. Caminarás y caminarás, abrirás los ojos y celebrarás cada paso alcanzado; nadie te acompañará, pero te sentirás tan rodeado de palabras y consejos; seguirás subiendo hasta que la última piedra caiga por la ladera, seguirás riendo hasta que el último eco resuene en el horizonte y opaque el sonido de las olas; corregirás el rumbo del viento, lo aconsejarás y platicarás con él un rato hasta que tus pies se sequen. No dormirás, sería rendirte; declamarás los puntos cardinales con sólo una mirada. Incendiarás el aire circundante con tu respiración, lo corromperás, lo harás parte de ti como lo hiciste con las rocas que antes hiciste caer. Son el tiempo, son el cielo. La vista aquí no es cuestión de azar, no es casualidad, la has dejado caer y ahora el suelo no terminas de ver, es tan grande y ligero, tan empinado y suelto, es la realidad que se empalma sobre tus pies, es la gran enseñanza del mundo de ayer, es el suelo el que ahora te dejará caer. ¿Son fotografías a blanco y negro, son negativos? La verdad luce tan diferente e igual al caer, al dejar los brazos mecer; son cuestiones que sólo al tiempo le han dejado algo por saber, y no es lo más hermoso que la tierra te ha dejado ver, sin embargo, es lo más austero que pudiste llegar a conocer. No es la gracia de las estrellas reflejadas sobre el fango de tus agujetas, no es la risa de la luna al esperar la lluvia, no es la brisa que el mar de vez en cuando te obsequia para que lo recuerdes, no es la misma moneda que recogiste dos días seguidos en distintos lugares, no es la etiqueta de un traje usado, no es la bruma que sale del cuarto después del baño, no es la risa de todos presentes, no es la duda que las letras te ocasionan, no es el momento de lucidez después de un silencio eterno, no es la vida misma, es la esencia del acto mismo: el inverso del contexto terrenal. El cuadro colgado en una pared vacía, blanca, con suelo de duela, con sólo una lámpara que ilumina más la esquina que la puerta misma. No hay ventanas, pero hay viento, mece la sombra expedida por la lámpara. La luz choca con todo espacio y lo rellena, de nada, pero lo hace: nadie lo duda. La expectación de los presentes se hace notoria. Es un escritor chileno o una lluvia axial. La dramática del momento no lo deja pasar, brota a cada momento, no nos deja en paz. Puedes tenerlo todo, siempre y cuando no existas. No lo dejas de repetir, te hace sentir mejor, estás por encima de todos al pensar, al probar. La luz del fuego te hace despertar, el sol aún oculto está, no dudas en preguntar a dónde se han ido todos a tu fiel amigo que despierto ya está. No recibes respuesta y es que el sueño aún no ha concluido, eso intuyes desde lejos, justo al lado del fuego. No te dejarás mentir, no estás seguro. No quieres pensar, quieres dormir, quieres vivir, quieres soñar. La ansiedad termina por levantarte, el eco de tus pisadas no terminó por dejarte dormir, es tiempo de decirte que la mañana se avecina y con ella la marea que todo se lleva. No hay tiempo. No hay tiempo de vivir, debes continuar preguntando, debes continuar dudando, antes que se acaben las preguntas y acertijos que te ha puesto la niebla, la luna y sus estrellas. Es tiempo de mirar al cielo y mirarles; es tiempo de llenar tus bolsillos de arena y sonreírles, es tiempo de cantar la verdad con el mar en tus oídos, es tiempo de mirar al suelo y no temerle, de llenarse los pies de tierra y tocar el fuego, de soltarlo y llevarlo a la boca, al pecho al cuerpo entero; es tiempo de lidiar con uno mismo y con el cielo entero; es tiempo de brillar con ellas, de comprenderlas, de estar tan solo como ellas alguna vez lo estuvieron, es momento de acompañar y permanecer a un paisaje, tan único e inigualable, de respirar el vacío y exhalar cordura, con paciencia. De pintar cada cuadro, de iluminar cada habitación, de llevar ese vacío al viento que entra por la ventana inexistente, de sellar la última carta firmada. De jugar una bella partida.
Monte Albán. Oaxaca. |