16/9/12

Sería mi Esperanza

Un libro rojo en sus manos fue lo que empezó todo. Recuerdo el viejo sol de la tarde y la espesa bruma que se asomaba por detrás de los edificios color blanco; recuerdo su mirada a lo lejos y lo bella que se veía, tan sería y resumida. Era su sonrisa, que desde tiempo atrás había notado, eran sus rasgos y su ser plasmados en cada instante que desde lejos contemplaba, era perfecta: en su momento, en mi momento, siempre lo fue. Leía, era un cuento, se llamaba Esperanza; yo era ... y sentado estaba, de espaldas al sol, mirándolo fijamente. Sabía que ahí estaba, no podía no confundirme a cada instante, a cada párrafo, entre libro y realidad; no dejaba escapar detalle alguno de su rostro y de su andar. No era la primera vez que la miraba, tiempo atrás en los pasillos la había visto, tiempo atrás había soñado con ella -no lo sabe, no lo sé-, hace tiempo que había estado con ella, en cada deseo, en cada feliz momento, a cada respiro y en cada anhelo. Me vi crecer con ella, estudiando, riendo, llorando, me vi envuelto en ella, escribiendo con ella. Me vi fingiendo y al instante descubierto, nunca fue así; desde que nuestros caminos se cruzaron, la verdad comenzó a fluir a cada mirar, a cada paso y a cada semblante que se dibujaba en nuestros rostros, era infalible la certeza. A veces sólo miraba, no lo creía, estaba con ella, como en el libro, justo para finalizar el cuento: justo enfrente de su ventana; la miraba y la recordaba entre lineas, la comparaba con lo hermosa que lucía el primer día: cada vez me parecía más hermosa; nunca la dejaría escapar, ella sería mi Esperanza. La primavera había llegado, y con ella la razón envuelta entre el rocío de la mañana.


Teotihuacán. Estado de México.

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