|
La Habana, Cuba |
Sentarse y ver por horas pasar gente, autos, hechos, está bien; lo mismo si más gente está viendo lo mismo, comedias, novelas, reality shows, concursos, etc... Pero si nadie sabe lo que estás viendo, está mal, te tiene idiotizado, embobado, te tiene evadiendo la realidad... Es triste que la gente desconozca el poder del internet, de todo lo que eres capaz, de todo lo que puedes ver, escuchar, escribir, el vasto público que tiene como objetivo cada palabra que redactas, cada foto que capturas. El tiempo y espacio parecen mentira para éste, los transgrede, los rompe y viola: los dicta. Puedes leer el verso de cualquier poema que te imagines, puedes saber la biografía de cualquier personaje, ficticio o no; puedes escuchar cualquier canción; conocer la estructura química de cualquier compuesto; puedes saber cómo preparar cualquier platillo; puedes ver cualquier película; ver y escuchar cosas ocurrir al instante, conocer gente y lugares que creías encontrar sólo en sueños; mirar cada rincón del planeta Tierra y la Luna, mirar constelaciones, conocer cada uno de los genes de los organismos más estudiados, todos sus omas; se puede responder cualquier pregunta siempre y cuando sepas teclearla. El internet es una ampliación del cerebro humano, la biblioteca más compleja y basta que se ha construido, y es casi omnipresente. Es una realidad, no se puede negar, si bien no lo puedes tocar y pocas son las personas que lo pueden explicar, estás expuesto a él todo el tiempo, ya ha influenciado tu vida desde antes que supieras de su existencia. Crea adicción, y cómo no crearla si es el aleph del que tanto habló Borges. Se encuentra en una caja que contiene el mundo entero, incluido todo su pasado y por supuesto su futuro; es un portal basado en unos y ceros, donde el encendido y el apagado, el existir y el no, formulan su existencia.
Y sabes qué es lo triste... que la gente no lo sabe; pero sabes qué es peor... que la gente que lo usa, también lo desconoce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario