15/12/15

Fingir contigo

La Habana, Cuba
Tu indiferencia hiere, 
aún más, la historia infiere:
mis últimas palabras,
nuestras primeras letras.

Nadie entiende porqué te miro, porqué finjo hablar contigo. No entiendo porqué. La última conciencia, la primera estela, de este interminable dilema. No confío en las palabras que leo, que escucho, no confío en las últimas miradas silenciosas. Espero en gran parte llegar a amarte, pero seamos sinceros, ni siquiera puedo llegar a cuestionarte. Por las mañanas te espero, para la noche ya no puedo siquiera mirarte. Por tu parte sólo te fascina verme sonreír, mirarme cómo me burlo de mí, inconscientemente, al hacerme creer que detrás de esos ojos existe un sentimiento o siquiera una palabra para definirme. No me creo. Lo escribo y me niego, pero creo es cierto. Diferentes tiempos. No confieso: lo sabes. Siempre lo has sabido. Es triste... tal vez. Bien, ya no tanto, intento hacerme a la idea que no vale la pena; que no te conozco y que algún día algo cambiará: me miento. Me esmero, en serio. Pero amo mentirme, fingirme. No sé qué busco al hablarte, tal vez sólo busco, eso: sólo busco. No sé qué encontrar, qué buscar, y al parecer ni el día ni la noche conocen la respuesta. Sólo apareces tú, en cada instante, siempre que deseo olvidar. Olvidar hablarte, escribirte, olvidarme. Volver a empezar, regresar, confluir y suprimirte. Tu indiferencia, soslayo del mundo interno que no se logra expresar: sabes lo que haces. Obviamente no tengo idea de qué es eso, tampoco sé lo que hago, qué escribo, para qué lo hago. Creo debería dejar de escribirte. Al parecer ya no existes. 

5/12/15

He visto el cielo

Santiago de Cuba.
He visto el cielo infinito y los puntos que aparecen al fundirse un foco o al huir de la ciudad. Dicen que son estrellas, algunas de ellas ya agonizantes o incluso ya inexistentes, réplicas de un efímero instante, convaleciente universo, al que llamamos eternidad, infinito. Te inventamos esa palabra, la deletreamos, la hicimos tangible, para imaginar, para estar consciente de algo inalcanzable, como células al cuerpo, como arena a la playa, como estrellas al cielo. Te merecías más, no sé. Ignoro el verdadero significado, ignoro tu extensión, tu ceño. Tu origen, tu fin, tu forma, tu esencia, tu mera existencia.He crecido, aún no soy un señor, aunque en el camión a veces escuche a los niños referirse a mí con ese sustantivo. Me he dado cuenta que esto es difícil: Mirar a los ojos, decir lo que piensas, simular, fingir. ¿Ganar dinero para poder comer, vestir, moverte, a veces para poder reír?Miras al cielo, te sientes diminuto. Nunca habías visto un cielo tan limpio, tan despejado, tan libre de agua, tampoco nunca habías estado rodeado de tanta: Sobre ella. Las estrellas cobran vida, te miran, las enfrentas, te seducen, te cautivan y quedas extasiado. La manera en que se funden con ese polvo que nunca habías notado en el cielo, ese que creías sólo era real en los libros de Astronomía que llegaste a hojear de niño. Sonríes, estás siendo feliz y ellas lo saben.Sólo eres bella. Sólo eres buena para eso: Ser perfecta. Así como yo, que sólo soy bueno para apreciar tu belleza. Se mueven, así es y no lo crees. Una. Minutos u horas después, otra. Estrellas fugaces, satélites. Lo que sea que es, sigue pasando. El sonido de las olas inunda tus oídos, las voces de la gente en la arena se pierden. Lo agradeces. Recuerdas tu primera vez en la arena, con sudadera, con fiebre, convenientemente enfermo. Pies desnudos sobre millones de años de historia, alguna vez vivos, ahora son millones y son uno mismo. Escuchas la gravedad.Sientes el cielo, sientes el origen, sientes que duermes, que vuelas, que ríes, que llegas, que al fin la noche ha terminado. Amaneces abrazado, una respiración latente, coordinada, perfectamente sincronizada. Te aferras al momento, como toda tu vida lo haz hecho, cobarde al cambio y por eso huyes, miedo a ser cambiado, a reflexionar y más que nada a amar.Espero sentado en una banca mientras pasan los minutos, ya es de noche y aún no sales. Saludo a algunos de tus amigos, pero tú no sales. Lo admito, llegué a preguntarme qué estaba haciendo, hasta la fecha lo sigo haciendo; por lo mismo, por después. Estamos solos, rodeados de gente, pero solos. Nos miramos, no pasa nada. Nunca pasó.Encuentras el cielo de noche, le hablas con tu mirada, te ves hermosa. Transfieres la luna a tus sentidos. Las últimas confesiones del sol.-Lo feo no es que no me quieran, lo feo es que me olvidaron.