Mantén la boca cerrada, no menciones palabra alguna.
Cada vez que lo haz hecho, irrumpes la realidad del momento.
Mantente cerca de mí, estar lejos sólo me hace sentir
el triste frío que la distancia me hace sufrir.
Mírame y hazme saber lo que sientes,
no con palabras, no con gestos,
sin mentiras, sin engaños.
Tu sonrisa ahora no significa nada,
tus tiernas y dulces caricias,
ahora efímeras, sobran.
Una simple mirada y sabré qué tan real fue este momento,
qué tanto perdí, qué tanto me robaste...
Indudablemente es lo hermoso del presente, que todo lo siguiente,
depende exclusivamente de éste.
Sólo en tus ojos, encontraré la respuesta a mi eterna duda,
no me importa la respuesta, pero ansío ver los luceros
que por la noche iluminaron mi camino hacia la inmortalidad.
Por favor no me dejes caer, no me dejes abatido ante ti,
no dejes que muera en vida por ti... no me dejes sin ti.
Comienza conmigo. Espero que por la mañana la historia sea la misma,
sin respuestas, ni abatimientos, sin mentiras, ni desilusiones...
Un día más en este eterno purgatorio,
sin penitencia, sin dolor, ni castigo...
Comenzaré quitándome la vida, al aceptar que la triste realidad de la que fuimos cautivos, sólo fue eso, una pasajera verdad que con el tiempo se fue esfumando hasta hacerse un recuerdo, al cual mi mente se vio atada hasta el punto de llegar a escribir esto sin mi consentimiento.
Estoy solo. Esta vez no me encuentro caminando,
mucho menos sentado, sólo me encuentro.
La luz de la vela ilumina mi cordura,
el silencio de la vía alimenta mi codicia.
Ojalá papel, fueras el amigo que tanto deseé,
el que alguna vez me dio consuelo,
consejo e incluso alivio en las horas noctámbulas
del mes de abril, febril.
Febril el día en el que te conocí, hacía tanto calor que los zapatos parecían fundirse con el pavimento. Las flores parecían evaporarse al son de un terceto.
Comenzaste a sufrir.
No empieces a llamarme loco sin siquiera haberme dicho extraño. Sin siquiera nombrarme como lo haría mi madre. No recuerdas la razón por la que me citaste.
Era el mes de abril.
Imprudencia, insensatez, qué otra palabra se me viene a la mente. Tú.
Sólo tú pudiste hacer eso, sólo tú merecías hacerlo...
sólo tú, aquella noche en la que la luna se posó sobre nuestras espaldas.
Solamente la Luna fue testigo.
Testigo de barbaridades, de locuras, de irreverencias.
No me dejarás mentir, el presente no me dejará mentir.
No bastan palabras, no hacen falta...
Lo único que hace falta es la Luna iluminando el presente,
haciendo fluir el silencio en mi mente.
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