24/11/11

Páginas

Estás ahí, leyendo un libro.
-Eso es raro y más aquí.-
Literatura, seguramente. La portada lo delata.
Te miro disimuladamente, espero a que voltees.
Pasan varios minutos y no te percatas de mi mirada.
Sigo haciéndolo, sé que lo harás.
El viento sopla, es frío.
El sol no termina por salir, sin embargo ya hay bastante gente.
Tomo mis libros y camino a la mesa adjunta.
Saco un libro, lo abro. 
-Pasta roja, sin portada. Algo viejo.-
 Comienzo a leer.
Página 15 y sigues ahí, tan inmóvil, tan concentrada, tan seria.
El sol comienza a iluminar el edificio. La neblina se disipa.
-A quién intento engañar... no quiero leer.-
Dejo el libro sobre la mesa, entreabierto por si se llegara a ofrecer.
Miro de vez en cuando, a ver si no te has ido.
Continúas ahí.
-Qué ridículo es esto.-
Sonrío y me toco el cabello.
Volteas. 
No sé qué hacer. 
Te estoy mirando.
Indiferente, pretendes observar al horizonte.
-Como esperando a alguien.-
Cautivado (desconcertado), miro el borde de la mesa, como buscando algo.
-Tu mirada, probablemente,-
Vuelvo a abrir el libro.
Página 15, de nuevo.
Esta vez, -desinteresado o decepcionado tal vez- opto por leer.


Era un cuento, de esos pequeños que no hastían. 
Trataba de un niño, de probablemente 12 años, que se enamora de una linda señorita.
Dicha señorita, tenía bastante dinero, nadie la conocía en el barrio.
El niño todas las noches soñaba con conocerla, con platicar con ella.
Un día, el niño mientras pasaba por la casa, escucho que la señorita se encontraba en su lecho de muerte.
El niño no sabía que hacer, esto era nuevo para él.


Miro por encima de la página 32.
Continúas ahí, sólo que esta vez, con una sonrisa dibujada en el rostro.
Perplejo. No lo creo.
Nunca te había visto sonreír. Eres hermosa.


El niño no acepta la situación.
Se acerca Día de Reyes. 
Ese sería su regalo, que aquella señorita se compusiera.
Hizo una carta, la cual escondió.
Le comentó a su mamá sobre su preocupación.
Como era de esperarse, ambos padres mostraron cierto disgusto.
Sin embargo, esperaban que se recuperara aquella señorita.


Hago una pausa. El sol comienza a incomodarme.
Me siento en la otra silla.


Llega el dichoso Día de Reyes.
El niño despierta, la señorita continuaba enferma.
No habían traído alivio, sin embargo un par de pantalones nuevos en su recámara.
Continuaba insistente, quería ir a casa de la señorita.
Quería ver cómo estaba, conocer su casa y contemplar su bello rostro.
Nadie lo dejó acceder. Miraba desde fuera el ir y venir de los doctores.


Dejo la bufanda. El aire sigue siendo frío, pero ya no es molesto.


A la mañana siguiente el niño despierta, mira a su madre.
La señorita había muerto.
El niño pide ir a ver a la señorita.
Tiene confianza que resucitará, que regresará a la vida.
Se lo había pedido a los Reyes.
Así fue. El niño entre tanta gente logra subir por fuera de la casa, al segundo piso.
Ahí estaba ella, yacía ahí, tan bella.
Hablaba con ella. En cualquier momento despertaría.
La contempló todo el tiempo que pudo. La esperó.
Terminó por bajar y regresar a casa.
La iban a enterrar.
Perdida estaba la Niña Esperanza.


Página 55. El libro se cierra.
Me pongo de pie.
Es hora de ir a casa.

No hay comentarios: