Un cielo que me susurra al oído,
descríbele a la luna cómo te sientes,
el eco en la recámara me hace dudar.
Un oasis de silencio en la penumbra.
El cielo tuerto observa el polvo de una tarde llena de irreverencia.
Comienza, se lleva, se apaga. Me mira...
Cautivado continuo mi travesía.
El camino comienza a hacerse más estrecho, sin vicios.
Yo, sin juicio.
Me observo, te miro...
Es el mismo.
Que grata coincidencia rige la razón de ser de este mito,
sin juicio...
Que hermoso es saber que alguien te observa,
estando a prueba,
día a día, continúa la travesía.
Por ello el cielo a media luna trae consigo vagos recuerdos.
Extraños, difusos.
Al interior del mismo, la ausencia de la sombra a la que estabas acostumbrado,
al reflejo opaco del cuerpo esbelto que solía ser alumbrado
por aquel candil que colgaba a pocos pies del suelo.
Me siento, observo el óleo al pie de la cama,
ya ocho meses y continúa intacto,
enciendo la vela que con pocos centímetros antes de consumirse
continúa iluminando la pequeña morada,
la misma alcoba que albergaba
las jóvenes almas dispuestas a fundirse.
Es extraño, insano tal vez, no logro comprender cómo sigue latente su presencia en la habitación, no nos dirigimos palabra alguna antes de que partiera. No recuerdo la última vez que siquiera nos tocamos, las palabras escasas eran, las miradas parecían ajenas. Poco a poco se fue desvaneciendo. Nuestra imagen... juntos.
La rosa, continúa ahí. ¿Cómo es que sigue con vida?
Palabras anónimas que la gente ignora, que la gente grita con la mirada perdida. Camina, se mira, sin embargo opta por la mentira.
Almas desconcertadas vagan por la vereda de la manera. Ruta del indigente, que sin rumbo alcanza a la amada libertad añorada por los incautos. Inocentes notas al final del cuaderno esperando ser reveladas por un hombre nuevo, diferente al individuo taciturno que esperaba cada noche a su eterna amada, aquella que lucía hermosa en las noches del gélido otoño. Brumosas sonrisas, alegres caídas, comenzaban a ceñir el destino de aquel sujeto.
-Te miras desconcertado.
Pasa la mano por mi cabello. Sonrío. Nunca había sentido: libertad por ella que me aprisiona entre sus brazos. Respiro, suspiro, me admiro. Ella continúa conmigo. El sol al parecer, no saldrá. Me alegro, el brillo en sus ojos basta. Dormimos.
-En el valle amanece a las 7am. Ella se ha ido.
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