5/12/12

Miradas al mar

Alguien con la noche tendrá que sufrir. 
Eran las diez, aunque todavía el tiempo no se lograba dividir. Miraba al occidente, miraba la luna, su reflejo y las olas golpear contra las rocas. El leve sonido de una tranquilidad infinita, podría pasar días, semanas, y el sonido sería el mismo, siempre constante, siempre tan vivo. 
Me gustaría ser parte de él, del mar, llenarme de su sabiduría, de su paciencia, de su eterno resplandor, producido por ella o por él, por las azules mañanas o por los rojos atardeceres; nunca mintiendo, sin esconder nada, mostrándonos todo lo que nos empeñemos en buscar. Cimentado por rocas, colgado de estrellas. Un hermoso espejo para la luna.
Miro más allá de esas rocas, no logro ver algo que reconozca, ¿qué será? La luz aún continúa, sobrepasa mi visión, lo hace ver como si se doblara. Me muestra lineas paralelas a la playa, me muestra espuma, me muestra olas, me muestra paz: me muestra nada. Me incita a pasar.
Intento contar las estrellas, son demasiadas. Intento nombrar cada una, me es casi imposible, más porque aparecen en ambos lados del horizonte: en uno altas, inmóviles, parpadeantes; en el otro, sumergidas, difusas, con vida propia. No sé si siguen siendo las mismas, se ven tan diferentes, ambas reflejadas entre sí, ambas brillan y nunca acaban. 
Me gustaría tocar alguna, guardarla en mi bolsillo, soñar que nos adentramos juntos hacia allá, hacia después de las rocas. Me gustaría compararlas, tomar ambas, pesarlas, mirarlas todo el día, desde el alba hasta el ocaso. Recordar ambas.
Es increíble que al estar frente a este enorme cielo análogo no exista otra persona mirándolo desde otro lado, porque es seguro que existe: hay cuatro puntos desde donde mirar, yo ocupo uno, los otros tres lugares seguramente alguien los ocupa o los ocupará algún día e inferirá lo mismo; porque no me cuestiono, lo sé, porque ellas me lo han dicho.
El viento no deja de susurrarlo, la arena en mis pies descalzos no deja de recordármelo, las olas constantes y el silencio que las acompaña, los luceros con el fondo oscuro, el tono azulado que se presenta al mirar por mucho tiempo, las pequeñas nubes que se forman, la bruma que te hace regresar las estrellas al mar, a dejarlas libres de nuevo, a dudar sobre la existencia de los otros tres hombre que miran, con los pies descalzos, el horizonte en busca de un igual. Es tarde ya, el día se acerca a su final: alguien con la noche tendrá que surgir.

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