Sigtuna, Suecia |
Era tiempo de despertar: la eterna neblina, la añorada primavera, llegábamos temprano. Comíamos mientras nos íbamos. No comprendo la última gota de letra, la noche anterior al fracaso, al otoño. Son hojas lloradas, son cantos nunca templados. Son fines y hombres, son mentes que huyen. Son versos en prosa, son cuentos y dos metáforas. Cansado me escribo, porque la tinta desde antes de empezar ya se había agotado. Un lago congelado o una mente estática, sedentaria, rellena y envuelta, se vuelca y recuerda. No te conoces por eso te escribes, tal vez en un futuro te leas, te rías o termines por empezarlo. La y es una sola palabra que significa todo, lo adjunto y lo perdido, la ciudad entera colapsa y con ella te lleva. Tuvieron que pasar tres meses para que se detuviera, para que te preguntara si seguías vivo, no lo sabe: ¿Lo sabes? No entiendes, te ríes, te fríes. Confundes, escuchas, piensas, no ofendes, te sientes, no vuelves. Caminas, sentado, sueñas mientras te llenas, vacías y andas. Temes, sin duda. El cielo, el mar, la luna, confiesan. Tu mente resiste, tu cuerpo asiente, se rinden, se confunden con otros. Llegamos, como en cada escrito, como en cada verano, a lo mismo. Te hiere, y es que creces, dudas, creces, pero nunca vives. Son letras en forma de imágenes, ¿O es al revés? ¿Es sólo una letra el poema más corto? El sol no ha salido y con él, mi cordura se ha perdido.
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