Por la tarde, en mi casa... nada que hacer, más que pensar... ¿pero pensar en qué? me pregunto yo...
-En nada- me conteste a mi mismo... Talvez sólo es el momento de dejarte llevar por la magia de la imaginación...
-¿Magia dijiste? sigues insistiendo en aquello de la magia..
Pero en ese momento un ruido extraño se escucho fuera del apartamento. Ambos permanecimos en silencio simulando que nada había ocurrido.
Pasados cinco minutos, proseguimos con la misma absurda plática...
-¿Qué es la magia?- él con soberbia me preguntó.
No supe contestarle, así que decidí contarle algunas de mis experiencias vividas a lo largo de mi poco usual vida...
Comencé con mi historia... Nada me había hecho más feliz que empezar a recordar aquellos pasajes de mi vida.
Recuerdo cuando viaje hacia Europa.. estaba muy pequeño, casi no recuerdo con claridad. Lo único que recuerdo fue la felicidad de toda la gente al verme pasar junto a mi madre, tomándola de la mano de una forma muy peculiar. Muchos de mis tíos nos advirtieron que seríamos tratados de una forma amarga e incluso discriminatoria, por el simple hecho de no pertenecer a esa región. Ellos aseguraban que ningún latino podía cruzar la ciudad sin antes ser apedreado o de menos, ser visto de una manera poco amigable. Para esto mi padre no estaba con nosotros, él había tenido que viajar hacia el Oriente, lugar del que poco supe, hasta hace poco que tuve la oportunidad de pasear por ahí... pero eso lo contaré mas adelante.
Una vez instalados en el gran hotel en el que nos hospedamos, mi madre y yo, bueno también un tal Eugenio, que terminaría siendo Eugenia, porque resultaría siendo mujer. Bajamos a cenar (eran las 6:00pm) una rara costumbre en aquellos lugares. Recuerdo que fueron anchoas con una salsa estilo Hichovik, comunmente llamada salsa de víceras de cabra. Su sabor no era tan malo como suena, en especial por el precio, ya que no era nada accesible para aquellos entonces.
Terminando la cena Eugenio nos dió un recorrido por toda la capital (París), era un lugar muy bello, lleno de grandes árboles, gente amable y limpia, inmensas tiendas con ropa cara, monumentos y estatuas por doquier... hasta entonces no había visto lugar mas hermoso.
Durante toda la noche mi madre no había mencionado ninguna palabra, hasta que hice un pequeño comentario pidiéndole su opinión, ahí fue donde noté que su ánimo no era el mismo de siempre. Pasamos por una gran juguetería, nos detuvimos. Mi madre se dirigió al teléfono en lo que Eugenio y la asistenta me acompañaban a la juguetería. Sinceramente no se cuánto tiempo estuve ahí dentro, pero fue bastante (el encargado nos encargó que nos retiráramos porque tenía que cerrar). Pero eso sí... compramos algo... un lindo cuyo que estaba sólo en la vitrina. Lo nombre Napoleón, por la quemadura que tenía en el lomo parecido al rostro de dicho personaje.
Saliendo de la juguetería mi madre estaba tirada en el piso, llorando. Ninguno de mis dos acompañantes hicieron algo por levantarla, sólo subieron al auto y sonaron el claxon, gritando: -¡Apúrate Inés!, sube al auto, porque empezará a llover-. Ella no hizo caso, así que ellos dieron marcha al auto y se alejaron, poco a poco, casi sin moverse hasta que finalmente fueron invisibles a mi vista. Yo no sabía que hacer, mi madre seguía en el piso, así que yo también me solté a llorar con ella. Ella nisiquiera se había dado cuenta que estaba ahí... junto a ella. Cuándo de pronto, un hombre caucásico, casi de 10 metros de altura (según yo) se acercó a mi y me tomó en sus brazos. Alejándose poco a poco de ella, tan indefensa, tan linda, tan mía... pero ví como cada vez se hacía más pequeña, hasta que la perdí.
Quedé inconciente por años o por lo menos yo lo sentí así... como una eternidad, cuando finalmente desperté en casa, a más de diez mil kilómetros de donde me encontré despierto por última vez, estaba más grande ya con bello en el cuerpo. Mi voz ya no era la misma y por supuesto era más alto y creo un poco más maduro. Ahora te preguntarás... ¿Dónde estuviste todo el tiempo que estuviste inconciente? ¿Quién era aquel hombre de 10 metros de altura? ¿Dónde es donde vivías? Para serte sincero no lo sé... ninguna de las preguntas anteriores la sé, pero puedo darte la explicación que todos ellos me dieron.
Después de entrar a la juguetería, Eugenio y la asistenta esperaron en la entrada hasta que yo terminara de recorrer todo el establecimiento (que por cierto era inmenso), ahí conocí a varios niños: Carlos, como de unos 5 años; Ana, de unos 7 años y finalmente Sali que decía ser la mayor de los tres, pero nunca nos reveló su edad. En la juguetería había miles de vitrinas, donde había leones, pequeños simios, gatitos, peces, tortugas y muchos otros animales que ya no alcancé a ver por causa de mi altura. En la única vitrina azul, había un pequeño cuyo de color blanco, con una gran mancha en la panza de color café, pero lo más peculiar de este animalito era una gran cicatríz que tenía en el lomo. De lo primero que me acordé viéndola, fue de una pintura que tenía mi abuelo en su recibidor de un tal Napoleón, del que había sido amigo y compadre.
Por cierto ese tal Napoleón me puso el apodo por el que ahora todos me conocen, en ese tiempo era más pequeño todavía y por lo que recuerdo ese señor era casi de mi tamaño y olía muy feo... como a viejo... (casi como mi abuelo), ellos pasaban noches enteras hablando sobre muchachas y su juventud, aveces tambíén se burlaban de la ignorancia de la gente, que ella se creían todo lo que leían y les decían... -Son tan inocentes- ellos repetían mientras brindaban con ese líquido de color rojizo, de olor caracterísitco como el de la alcoba del abuelo.
Una de las tantas noches de Febrero, aquel señor Napo (como le decía mi abuelo) no arribó a la casa... eso era raro, tanto para mí como para mi abuelo. El viejo tomó su bastón y salió a buscarlo a su casa, pero mi abuelo no regresó, esa misma noche llegó mi mamá de su largo viaje... me tomó en sus brazos y me llevó consigo...
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