Ilumínenme amadas luciérnagas, guíenme amigos grillos que esta noche este pobre joven dejará de existir por sí solo. Comiencen con mostrarme el lugar, por presentarme a nuestros próximos acompañantes, que pronto serán mis eternos compañeros. Dejen caer el candil sobre la hierba, ella ansía sentir que hierve, que es parte de la fugacidad de la vida, del vivaz ardor que la libertad ofrece.
Caminemos por el sendero donde encontramos aquel libro, el de la pasta roja, con las hojas amarillentas y con olor a café. ¿Lo recuerdan? Caminemos. Extrañaba ese sonido, las hojas secas que yacen sobre la vereda. Desde pequeño no las pisaba, no me permitía irrumpir en la tranquilidad que emanaba el estrecho camino que llevaba a casa. La casa que ahora ocupada está, la familia dispersa por todo el jardín, dejando entrar las espesas burbujas de frustración custodiadas por los señores del traje de color negro. Gafas, sombrero, abrigo.
Bañémonos con miel, disfracemos la tranquilidad que nos agobia, un lindo discurso mientras viertes toda la jalea sobre nuestros espectadores. Pero recuerda, no dejes de caminar. Un sencillo paso y toda la torre se vendrá abajo. Cuidado con los hoyos, salieron muy caros como para echarlos a perder. "Del realismo al pesimismo" Qué extraña moneda, más bien parece una medalla. Es linda, no lo negaré, pero qué extraña frase, no sé su significado. La usaré, en fin, es una medalla.
Un pie, dos pies. ¡Qué lindos zapatos! Eso me hace recordar que no uso. ¿Cómo llegué hasta aquí sin zapatos? Debió haber sido el buen grillo que me trajo saltando. La montaña parece fría, un buen discurso se me ocurre. Tu linda sonrisa se llevaría bien con esa nieve a lo alto.
Te extraño mujer. Continúo oyendo a mi amigo el grillo, pero luciérnaga, has desaparecido. Sigo esparciendo las migajas de pan para poder regresar, espero los cuervos no vuelvan a aparecer, la última vez Berenice dejó muy claro que continuaba entre nosotros, que el corazón enterrado era una simple distracción. Las campanas al amanecer se escuchan, aún no amanece. Cuchicheos de las cigarras en las copas de los árboles, banquetas de concreto y un sombrero de color azul complementan la velada entre las miradas furtivas. ¿Pero por qué el incienso? ¡No entiendes! Dejas que se consuma, como dejaste que se consumiera mi vida.
Es hora de consumir las frutas que la bella anciana nos ha traído, un ligero toque de eucalipto para alejar los tiernos corderos que venían con ella. El mantel de cuadros está bien, basta un ligero toque léxico para que los fanáticos huyan. Rimas, remas, temas, gemas, no temas es sólo una prueba.
Veo que el número seis continúa con su chica, le iba a pedir un favor; está ocupado y es un número. Soy valiente, pero no un idiota. Una batería fundida, un corazón despedazado, una sonrisa fingida, una princesa de mentira, y un tipo algo hipócrita; cosas que no deseamos en nuestro cuerpo. Ahora imagina eso en nuestro reino, una completa utopía para el incapaz. Es un túnel, no logro entender por qué los construyen. Son difíciles de hacer y aún más difíciles de cruzar. Deberían ser rellenados por esos señores con cascos de color felicidad. Por esos con pantalones de algodón. Las guerras traen consigo muchos de ellos, vienen de Norteamérica (o eso es lo que han dicho los niños con caras roseadas con salvavidas).
Es el sol, se aproxima, es hora de partir. Fue un gusto compartir con ustedes un poco de mi felicidad, los extrañaré; aunque ambos sabemos que nunca se irán.
Pero, ¿quién te consumió?- ella preguntó. El incienso -él murmuró.
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