10/7/11

Un gran país...

Un gran país indudablemente (aunque lamentablemente no conozco otro). Aquí es donde nací, donde he crecido, donde me he educado. Extenso, bello, con un gran pasado y una cultura basta. La diversidad que rige el  territorio es más que evidente, las opiniones que difieren se pueden percibir a cada esquina, las miradas furtivas que recriminan a aquellos que se hacen notar incomodan la estancia. Aquel que piensa diferente, que ansía pensar de otra manera; se le excluye, se le satanisa. No por atentar en contra de los ideales de los demás, sino por tener otros; por crear una serie de ideales ajenos a aquella sociedad construida sobre los arquetipos que ya todos conocemos.

Un país que se fue erigiendo a basa de gente, de creencias, de tradiciones, de Historia. Una Historia que no sólo ha pertenecido a México; siempre ha estado ligada a la Historia del mundo, país del norte y la soñada Europa. Un vecino incómodo pero protector, insolente pero nuestra quimera a fin de cuentas, enemigo pasado como héroe actual, una sombra extraña y ahora una luz distante. Y separados por un océano, se encuentra nuestro hermano mayor al cual queremos imitar, el poema que deseamos copiar sin antes analizar, la Historia que anhelábamos para nuestros abuelos, una clara actitud ante desastres cometidos por nuestra propia fe, una confianza sometida al fuego de más de cinco siglos, a una melodía acorde con la gente que la interpreta, una Europa libremente entregada a sus ideales.

Desde la Nueva España hemos querido ser como nuestra Europa, como nuestra pequeña porción que nos correspondía por ser hijos de la Gran España, queriendo disfrazar a los pocos indios que quedaban como paganos y a los que no, como lindos esclavos; ni hablar de los mestizos, la pequeña burguesía. Lindas catedrales, miles de conventos, una universidad. Qué más se necesitaba para ser como la Gran España. 

Gente inconforme, con los mismo ideales pero en diferente situación; hicieron la diferencia. Un continente independiente de Europa acababa de edificarse, una nueva raza acababa de fundirse, el futuro de esta gente diferiría de su Europa soñada. Líderes tomarían el control de la gran masa, valiéndose, en parte, de la vital iglesia; seguidos en primera instancia por imitación pura, posteriormente, por un miedo inconfundible.

Masones indígenas, militares ambiciosos, gente de progreso, con una Europa idealizada de tal manera que la Constitución nos fue obsoleta, intervenciones y patriotismo, con nuevas avenidas y hermosas esculturas, el gran ferrocarril y las nuevas fábricas, educación y administración; páginas que no podrían ser concluidas sin antes incluir las bastas ornamentas de las dichosas tiranías. Qué sería sin ellas.

De nuevo aires de una metamorfosis predecible, gente diferente, letrada y culta, con ansias de un cambio -como el que aconteció en nuestra Europa-, pero ahora con un vecino eternamente superior. Movimientos armados sin un objetivo fijo, sin un objeto por el cual luchar, sólo el de vivir como gente del nuevo siglo. Gente con grandes intenciones, con ideales de igualdad y bien común; otros, corrompidos por el poder y el dinero, dejando atrás todo pacto con el pueblo, con su gente, con el movimiento, con su mismo fin. Orden y reconstrucción sería su lema, lo mismo que los llevaría al destierro e inevitablemente la muerte. La "T" sería la primera letra en el diccionario: Traición. 

Conforme fue avanzando el siglo nuestra Europa se veía cada vez más distante, más difusa ante nuestros ojos. El vecino cargaría con la esperanza de todo un continente. Líderes nacionales algo desubicados, despilfarrando el dinero ganado a cuestas del sacrificio de la clase media, empresas extranjeras comprando almas en Chapultepec, extrayendo y generando sueños, consumiendo y calcinando vidas a cambio de Olimpiadas y Mundiales de Fútbol... prostituyéndose ante el mundo. Promesas y falsas esperanzas, el miedo eterno. Ignorancia a flor de piel. La gran América Prehispánica desmoronada sin siquiera ser tocada. Fue su gente.


Represión, dependencia.


Para el 2000 un cambio se prometió 
y la gente en las casillas confió. 
La gran decepción 
y la pena nadie se las quitó. 
Todo mundo calló, 
un imbécil en la silla se sentó. 
Seis años la gente lo aguantó, 
la guerra él por poco inició, 
pero al norte, el vecino convocó 
a una guerra, y ésta al oriente fulminó.
Terminado su mandato la gente creyó
que la izquierda viviría como en la Revolución,
un error al dejar que un subnormal con visión
tomara protesta en el mismo pabellón
donde Juárez promulgara las leyes que serían revelación.
El mísero subnormal ansía con la ejecución
de más de 40mil sueños para saciar su absurda visión
de ser un Churchill devoto a la comunión.


Festejamos doscientos años de una Independencia que nunca existió;
y cien años de una Revolución que nunca concluyó.


¿Cuándo empezará nuestra autonomía sin una tiranía?

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